Es una película basada en hechos reales, nos lleva al interior del mundo de los fotoperiodistas, concretamente nos cuenta la historia de amistad y profesional de Kevin Carter, Ken Ooterbroek, Greg Marinovich y Joao Silva.
Ellos integraron en los 90 este famoso grupo. Cubrieron los violentos incidentes que acompañaron al movimiento de liberación de Nelson Mandela en Sudáfrica, me refiero al movimiento Apartheid. El mundo de los reporteros de guerra, ha dado muy buenas películas.
En el caso de los fotoperiodistas es más complicado porque para captar el instante debes estar listo en el momento justo y en el sitio adecuado para obtener la foto. Además, se plantea una duda moral ¿hay que intervenir en los acontecimientos tomando parte o sólo retratarlos con palabras o imágenes? (recuerdo que en mi examen específico se me planteó una pregunta similar, la cual me hacía preguntarme, qué hacer moralmente o profesionalmente acerca de que, si en un accidente niños están en una situación de peligro, ¿qué debería hacer si ayudarlos o reportar el problema? A lo que respondí que lo que yo debía hacer es reportar el problema o suceso). Cuando el guion de la película llega a este punto es cuando este largometraje gana en enjundia, y vemos como este grupo se va disolviendo poco a poco porque cada uno asume la realidad y trata de superarla a su manera: uno se refugia en la bebida, otro en las drogas y otro prefiere aislarse.
El problema real de este film es su atropellado comienzo, que no se llega a creer como se crea este grupo de profesionales. Silver al principio de nota la figura de los seguidores de Mandela, para dar un giro de 180 grados de repente, con lo que pierde parte de la coherencia interna del relato. Y bueno lo mejor es que no toma partido y que cada uno saque sus conclusiones sobre la figura de Kevin Carter y la famosa foto del buitre. En cuanto al reparto sorprende Ryan Phillippe, que da vida a Marinovich. El resto también están estupendos y es elogiable su labor, desde Taylor Kitsch, que interpreta a Carter, Frank Rautenbach a Oosterbroek y Neels Van Jaarsveld a Da Silva. Elogiar al director de fotografía Miroslaw Baszak que emula la calidad de las fotografías realizando auténticos homenajes. En resumidas cuentas, es una película interesante, que no se hace larga, pero que arranca fallidamente
David Aguilar.
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